Lo de Vidalín es una vergüenza:
Y no es porque venga de él. No es así.
Acá no andamos con rencores ni anteponiendo por delante nuestras
filiaciones políticas de militancia o preferencia electoral.
Quedaría muy superfluo el debate sobre el tema si nos encasillamos y
tildamos a toda una organización política -en este caso el Partido
Nacional- por los dichos de uno de sus dirigentes. De todas formas,
no nos sorprendemos de nada. Esta posición de Vidalín ya es
conocida y su manifestación en la opinión pública, en
consecuencia, es un claro mensaje acerca de cómo se toma determinado
tema en el seno de su partido.
La literatura sobre el mismo abunda y
es de fácil acceso. Con esto no quiero decir que la gente (como
Vidalín) no tenga conocimiento de su existencia. Tampoco nos vamos a
poner a indagar en las estructuras culturales, sociales y económicas
que condicionan a quienes sostienen una postura semejante. Las
opiniones como estas no escapan por accidente ni dejan caer ninguna
careta de “flor de intendente”. Supone una acción que pretende
marcar postura y posicionar las corrientes en una organización
política. Es pues, la opinión de Vidalín sobre un tema tan
relevante como la participación de las mujeres en política, una
acción política.
El tema es relevante dado que, como si
fuera poco, estamos hablando de la democracia. Y es que las mujeres,
aunque muchos/as no lo crean, representan más de la mitad de la
población en Uruguay, y su baja participación en la política
(representantes en el Parlamento, por ejemplo) nos debería llamar
mucho la atención. Al menos, esta realidad nos debería de mover
algunas fibras internas y llamar a la acción transformadora.
Pretender que las mujeres “compitan”
por los puestos políticos de representación es un grave error. No
puede haber competencia de “competencias personales” y/o
“capacidades para el cargo” cuando, en el fondo de ese discurso,
se obvia el sistema y los mecanismos que este genera para la
expulsión de las mujeres de la participación política. Es de
esperar que, en instituciones políticas como los partidos políticos,
se generen ciertos obstáculos para que las mujeres (como también
grupos sociales discriminados por raza y/o condición
socio-económica) no participen en estas organizaciones, y si lo
hacen, no cuenten con las mismas condiciones. Es por eso que Niki
Johnson y Constanza Moreira (2003) sostienen que este fenómeno se
puede explicar por los siguientes factores: 1- “todavía se les
sigue asignando a las mujeres una mayor responsabilidad por las
actividades relacionadas con la reproducción social.” y 2-
“…el histórico dominio del mundo de la política de parte de los
hombres, hace primero que el liderazgo siga siendo fuertemente
codificado con signos de masculinidad, y segundo, que el
funcionamiento diario de la política esté estructurado según
normas y valores masculinos y organizado en base al supuesto que los
actores son hombres sin responsabilidades domésticas.”
Tampoco podemos decir que la ley de
cuotas es la panacea. Como dice el dicho: “hecha la ley, hecha la
trampa”. Podemos constatar casos a nivel nacional como “jugueteos”
entre suplentes y titulares que terminan afectando significativamente
los esfuerzos para asegurar la representatividad mediante el
mecanismo de la ley de cuotas. También hay casos peores, como en
Ecuador, donde habiendo garantías legales para la representación
paritaria en el Parlamento mediante los artículos 3 y 4 de la Ley
Orgánica Electoral “Código de la Democracia”, Vera Rojas, S. y
Llanos Escobar, S. (2016) dan cuenta que: “…a pesar de que la
participación de asambleístas mujeres en el legislativo es del
43,07%, los cargos de decisión son ejercidos principalmente por
hombres. En este sentido, apenas 4 de las 14 presidencias de las
comisiones legislativas son ejercidas por mujeres (28,6%)”.
Como expresé en el principio:
literatura sobre el tema hay y de sobra. Sostener que hay un "puñadito de mujeres" que dominan el sistema es, como era de esperar, una forma de conservar el statu quo y negar el reconocimiento a toda forma de discriminación actual ("No hay peor ciego que el que no quiere ver"). Es por eso que no podemos obviar que en
este sistema patriarcal, inherente al capitalismo, la subordinación
de las mujeres, al igual que otras poblaciones vulnerables, es tal y
que se manifiesta día a día. Ya sea desde los micromachismos o los
feminicidios, la realidad es manifiesta; nos obliga a la movilización y
lucha contra el patriarcado, contra todo tipo de prepotencia
machista. En definitiva, contra el sistema.
Por: Carlos Rodriguez
Referencia Bibliográfica:
-Johnson, N. y Moreira, C. (2003)
“Democracia, género y equidad: Aportes para el debate sobre los
mecanismos de acción afirmativa.” Montevideo, FESUR
-Vera Rojas, S. y Llanos Escobar, S.
(2016). “Ecuador: la democracia después de nueve años de la
revolución ciudadana de Rafael Correa.”
Recursos web:
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