La obligación de mirar para otro lado



Por Carlos Fariello

Lo que quiere expresar el titular no está, seguro, en la misma dirección de lo que los lectores pueden imaginar. No es ni por asomo la tentación de desentenderse de la realidad y mucho menos de querer rehuir la responsabilidad ciudadana.

Durazno vive horas donde la toma de una decisión importante puede decidir la suerte en relación con el futuro del departamento, se lo mire desde las distintas posturas electorales que se avizoran sobre el horizonte de cara al mes de setiembre.

Sin entrar en detalles y sin etiquetar nuestra opinión, la búsqueda de la objetividad se vuelve tarea compleja, pero al mismo tiempo obligada en aras de construir un corpus de opinión que genere la reflexión del lector.

El departamento todo, la sociedad y los niveles de desarrollo de la comunidad, en los albores de su segundo siglo de existencia, merecen una puesta a tono con los tiempos de cambios, desde tecnológicos hasta políticos, desde contemplar las expectativas de la gente y ponerlas en acción, hasta el involucramiento ético en todos los niveles de participación y decisión.

Las instituciones, y los hombres y mujeres que participan en las mismas, creen en cambios y en oportunidades para hacerlos efectivos y ahí es donde vemos la necesidad de dejar de mirar hacia el centro del centro, por usar una imagen que represente este monótono ejercicio, ya convertido en hábito con visos de tradición, de repetir un modelo de gestión que muestra una cara material ciertamente vistosa y casi preciosista, pero que deja por el camino el sentido de convencer con obras sin contemplar el verdadero derecho de que los duraznenses tengan todos las mismas oportunidades de desarrollo y realización, personal y colectiva, y esto último, no quiere decir otra cosa, que lograr construir una verdadera comunidad.

Mirar para otro lado para incorporar de otras comunidades experiencias ya probadas en aspectos del discurrir municipal como la limpieza y la seguridad, el desarrollo emprendedor de empresas pequeñas pero sólidas, el empleo, el desarrollo de la cultura y de políticas de cultura participativas y descentralizadas, entro otras.

Más allá de partidos y de carteles mentales, saber que existen recursos humanos pensantes dispuestos a tomar ese compromiso por encima de personajes y personalismo que han dejado una marca pero no han sido elocuentes, a pesar de su discursos de tono populista, ni han sido eficaces en la promoción de todas y todos en esa búsqueda de opciones de desarrollo que permitan la realización humana en todas sus dimensiones haciendo honor a los humanos derechos disponibles para todas y todos, que al fin y al cabo es el objetivo de cada uno.

Mirar para otro lado sabiendo qué tenemos, cuánto de camino hemos recorrido, y cuánto nos falta por recorrer y cuánto también, por obtener.

Durazno, no ha sabido mirar para otro lado; su historia nos muestra cómo hemos asistido a cambios que no han aportado nada a la pública felicidad, y sólo han sido distinciones de pocos y para unos pocos.

Durazno ha sido conservador aún, cuando se pueda palpar una evolución, pero que no está identificada con su ser y su identidad cultural.

En este ensayo no podemos olvidarnos que aquellas obras que nos involucren a todos desde el compromiso deben estar signadas también por la ética que se traduce como el necesario y obligatorio respeto por el otro y por nosotros mismos, máxime cuando se trata de gestionar, escuchar reclamos y necesidades, aceptar ideas y proyectos, conjuntar esfuerzos y decidir democráticamente en nombre de todos.

Quienes gobiernan deberían siempre hacerlo por todos respetando esa delegación del poder que no es sólo retórica, y en esa búsqueda de alternativas que miran al futuro del cual el ahora es parte fundamental, se hace imprescindible entonces cambiar la mirada.

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