Clientelismo y triunfos electorales

Por Carlos Fariello

El comportamiento electoral en el interior del país pone en juego siempre mecanismos de atracción de votantes, discursos de los elegibles y un sinnúmero de situaciones que ilustran sobre el peso de la tradición, por un lado, y por otro de la utilización, con diferentes intensidades, de un tráfico clientelístico que hace al folklore de lo social.

Una vez más el triunfo de uno de los partidos llamados tradicionales en las recientes elecciones departamentales nos lleva a considera diversas aristas del juego que pueden ayudar a interpretar el por qué, en términos generales, de tales resultados.

Grosso modo, en la mayoría de los departamentos del interior, quince en total, fueron políticos de un mismo partido, en algunos departamentos compitiendo con otros iguales dentro del lema, que se alzaron con el triunfo, y seis de ellos resultaron reelectos (sin contar a los dos intendentes también elegidos para un segundo mandato dentro del Frente Amplio).

Dentro de lo que cada intendencia hace en el territorio de su jurisdicción hay siempre mucho más de política, por lo menos es más evidente, que en el caso de la intendencia de la capital del país.

La gestión de cada intendencia se mide sustancialmente por las obras realizadas, sobre todo a la hora de mostrar y ofrecer qué hacer en otro mandato, en el caso de las reelecciones, o como background de un partido para volver a hacerse con el gobierno departamental.

Hablamos de las obras que se han concretado y cuánto de las obras prometidas se han hecho realidad, y en este aspecto en el cómo se han hecho está el tema de la gestión de los recursos, y muchas veces de forma transversal el problema de la corrupción.

Solucionar problemas que parecerían de menor cuantía, como iluminar una cuadra, limpiar los pozos negros, o remendar una calle rellenándola con balasto, son tareas que la gente puede valorar de manera un tanto desmesurada.

Dar empleo o prometerlo, atender a determinados sectores del espectro de la producción, a cambio de votos, entre otras maneras de relacionar a las intendencias con su entorno, muestra realidades diferentes donde pueden existir modelos de gestión modernos y por otro lado experiencias que siguen reproduciendo relaciones de tipo feudal.

Lo que es lícito y lo que no lo es se mezclan en los balances de esos diferentes modelos de gestión, y entre lo segundo asoma el viejo tema del clientelismo político que existe desde hace décadas y pone de manifiesto, y sin emitir aquí juicio de valor alguno, un modo casi naturalizado de relacionamiento social en oportunidad de las contiendas electorales.

“Los favores recibidos creo habértelos pagado…”

Como en la letra del tango, hecha la promesa…, y más allá de ésta, siempre hay lugar para entregar algo a cambio de otra cosa. Aquí se cambian cosas por votos, en una especie de mercadeo un tanto surrealista.

El clientelismo político se puede definir como un intercambio non sancto de favores por parte los actores políticos, también de concesiones desde la jerarquía o investidura que revisten en la función pública, a cambio de votos, o sea del apoyo electoral. La sociología la caracteriza como un práctica oculta e informal, carente de regulación de ningún tipo.

Si bien el clientelismo no es una práctica exclusiva de este ámbito, pues se desarrolla en distintos terrenos de la dinámica social, el análisis del llamado clientelismo político resulta crucial, pues al ser una práctica oculta e informal, que no está regulada legalmente, poco se sabe de ella y de la manera en que se desarrolla.¹

Además, si por lo general el objeto de los intercambios son los recursos públicos, sólo este hecho hace que este concepto sea de interés en términos de democracia

¿Quién no escucho hablar alguna vez de arrimarse a un político para conseguir un empleo, de obtener alguna recomendación de parte de algún legislador, o de tramitar una jubilación o pensión por medio del candidato de turno?

Este tráfico al menudeo ha dejado muchísimos ejemplos, algunos muy curiosos como el caso de un tal Paquito de la Quintana, colorado y “gestor de estos trámites”, que, en un pueblito del interior de Durazno, llamado El Carmen, llegó a sacar ochenta pensiones de costureras, cuando en toda la historia, ya centenaria de dicha localidad, nunca hubo tantas mujeres dedicadas a dicho oficio.

El clientelismo sigue vigente y explicaría, en parte, los comportamientos electorales que se siguen dando a lo largo y ancho del país. Nada más que ahora se valen de renovadas estrategias poniendo énfasis en carencias y necesidades de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Este clientelismo opera, en algunos departamentos, bajo la forma de amplias redes que aseguran un caudal de votos, en algunos casos interesantes. Una manera ilícita de dar soluciones que muchas veces no llegan de parte del Estado.

 Merenderos, canastas y ollas populares

En estos tiempos de pandemia, las situaciones de exclusión social se ven amplificadas junto con la falta de trabajo, la problemática económica y diversas carencias que se alcanzan a un número importante de habitantes, sobre todo aquellos de zonas marginales, de escaso desarrollo socio cultural, desocupación y menguado acceso a recursos económicos.

El problema de la alimentación dio lugar al fenómeno de las ollas populares y la distribución de la comida en circuitos habilitados por vecinos que haciendo uso de la creatividad favorecen a un barrio o zona de la ciudad. También el tema de los merenderos donde se asisten a muchos niños y jóvenes con pocas oportunidades de cobertura alimenticia se han multiplicado.

El reparto de canastas y vales para cambiar alimentos en los supermercados también han sido detectados.

Varios grupos políticos han desaprovechado esta contingencia y han establecido redes donde estos servicios se “cambian” por adhesiones electorales.

Estas maniobras, contribuyen a falsear el comportamiento democrático, de la gente que prefiere solucionar los problemas del ahora sin valorar el tipo de actitud que está manifestando.

Pero, hay muchas otras formas de clientelismo donde incluso existen retribuciones de tipo monetario a cambio de votos.

El tráfico de influencias a niveles más altos podría configurar otra conducta relacionada con el pago de favores mediante el apoyo político en estos tiempos de elecciones.

Del lejano y viejo corralón donde se repartía asado y se jugaba a la taba, como forma de agasajar a los votantes hemos pasado a un clientelismo más sofisticado, pero que entraña el mismo significado en cuanto algunos le ponen un precio a su voto.

No se puede conocer en forma cuantitativa cómo incide todo esto en los resultados, pero seguro es que muchos triunfos electorales están cargados de votos que tienen su origen en esta práctica informal de retribuir las promesas o las dádivas.

Se ha constatado en varios departamentos incluso el reparto de paquetes con alimentos identificados con el grupo político y número de la lista al cual corresponde.

Un relatorio de este tipo de situaciones se publicó en el semanario Brecha del jueves 24 de setiembre pasado, donde se da cuenta de hechos ocurridos en el departamento de Maldonado donde el intendente blanco Antía fue reelecto.²

También en nuestro medio, y más allá del comentario a nivel popular, se sabe de estas prácticas desde hace tiempo, tema al cual los candidatos relacionados con las mismas no dan importancia alguna ni antes la acusación ni frente a los medios de comunicación cuando se les pregunta por ello.

En definitiva, falta un estudio profundo sobre el tema que pueda dar pistas sobre la relación de estas situaciones que se califican de actos de corrupción máxime cuando involucran a dineros, bienes e instituciones públicas, y los resultados electorales hoy nuevamente a la vista.

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¹ Audelo Cruz, J. ¿Qué es clientelismo? Algunas claves para comprender la política en los países en vías de consolidación democrática, revista Estudios Sociales, vol.12, Número 21, páginas 127 y 128, julio-diciembre, México,2004

²  Robaina,M, Regocijo arriba, clientelismo abajo, semanario Brecha, páginas 8 y 9, semanario Brecha, 24 de setiembre, 2020.

Comentarios

  1. La lógica de ser agradecido es moneda corriente en estos feudos. Los patrones, los capataces y los peones. Todos mantenidos por los ciudadanos . El final de esta logica, solo se puede terminar cuando se termine la estirpe caudillesca

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  2. La lógica de ser agradecido es moneda corriente en estos feudos. Los patrones, los capataces y los peones. Todos mantenidos por los ciudadanos . El final de esta logica, solo se puede terminar cuando se termine la estirpe caudillesca

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