(¡)¿Qué tengo que aprender?(!) - Alberto "Tito" Fumero


En tiempos de caos y sociedades corriendo a 500 km/h, nos dimos de frente con una pandemia que nos puso en marcha neutral. 

Cuando los problemas más superfluos nos desvivían, una tragedia sanitaria nos recordó que lo más importante está en el mismo lugar de siempre: en los afectos, en la familia, en los amigos y los sentimientos. En uno mismo, aunque las élites mundiales estén preocupadas, librando una batalla económica que nada tiene que ver con todo esto. 

“…la pelea que doy es quererme más”(1)

Hoy estamos todos abocados a proteger la vida, la de verdad, la tangible. Procuramos cuidar nuestra salud, esa que tantas veces descuidamos en la vorágine del día a día, en el mundo de la competencia extrema que nos muestra como -al decir de Hobbes- “el hombre es el lobo del hombre” y “en su estado natural lleva a una lucha continua contra su prójimo”(2).

¿Hace cuánto fue que elegimos que lo superfluo fuera lo realmente importante?

En nuestra desafinada sociedad de consumo, el capitalismo marca el ritmo de la canción. Una canción que se asemeja más a una obra clásica (con perdón de los grandes músicos y compositores) que a una interpretación moderna (intentando no sobrevalorar a los productores de música basura y llenacabeza), la repetición de los acordes se multiplican por inercia, llenando el ojo a la crítica, complaciendo al patrón Sr. Mercado. 

El marketing y la publicidad de lo innecesario nos bloqueó la capacidad de poder vivir sin lo que nos ofrecen, nos transformaron la felicidad en un nuevo modelo de championes para correr o en un celular super/extra/mega inteligente, creándonos e imponiéndonos una falsa necesidad solo para engordar cuentas sin importar si lo verdaderamente esencial para una vida digna -como un techo y comida- se cumpla.

¿Podrán correr sin vos esos championes?, ¿podrá esa cámara capturar la mejor imagen sin poner tu ojo en ella?, ¿podrás empezar a creer que sin vos las cosas no pasan?

“Tanto vendes, tanto vales”(3)

El nuevo paradigma que las decisiones a nivel global vienen instalando, llega con la necesidad de transformar el funcionamiento de la sociedad haciendo carne la idea de maximizar la producción para, así, mejorar la economía. Una sociedad que, conservando aún los deberes y las obligaciones, ha pasado de la disciplina impuesta coercitivamente a la autoimposición del esfuerzo. Sujetos-objetos (in) conscientes midiendo nuestro valor en rendimiento, emprendedurismo, productividad, eficiencia, etc. 

Vivimos en un mundo donde la productividad es tanto la unidad de medida del trabajo, como la del éxito personal. Llevamos la competencia de lo externo a nuestro interior, acrecentando la depresión, el sentimiento de inferioridad, el miedo al fracaso. Nos cansamos de nosotros mismos, como expresa el filosofo Byung-Chul Han en su obra “La Sociedad del Cansancio” (4), en la que nos reseña como -a su entender- la verdadera habilidad que nos hace evolucionar, producir arte, filosofía y cultura es la capacidad de contemplar, poner la mente en calma, ponerle pausas a la  vida.

“Estoy sentado en un cráter desierto”(5)

Cuando la emergencia sanitaria mundial pase, ¿seremos capaces y tendremos el valor de patear el tablero para volvernos más humanos, o seguiremos siendo un engranaje más en un ring donde las potencias y su mercado nos noquean día a día?

Autor:  Alberto "Tito" Fumero 
Estudiante de Relaciones Laborales en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República.



Notas:

  1. Fragmento de la canción “Mi revolución” de la Banda ‘4 pesos de propina’.
  2. Hobbes, Thomas. Leviatán, o La materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil. Inglaterra; Andrew Crooke; 1651.
  3. Fragmento de la canción “La Belleza” de Luis Eduardo Aute.
  4. Han, Byung-Chul. La Sociedad del Cansancio. Barcelona; Herder; 2012. 
  5. Fragmento de la canción “Cuando pase el temblor” de la Banda ‘Soda Stereo’.

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