El vivir de una familia política: relato de un modo de transitar el pasado como víctima indirecta de la Dictadura Cívico - Militar (1973-1985)


 "Cuidadoras de ellas mismas" de Felipe Giménez.

“El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego”

Jorge Luis Borges
Por: Catalina Carrasco

En la década del 70’ la sociedad uruguaya sufrió uno de los períodos más violentos de su historia con importantes consecuencias de tipo social, económico e institucional. Durante el gobierno de facto (1973-1985) se aplicó la “Doctrina de Seguridad Nacional” que tenía como fin atacar a las disidencias internas del país, utilizando como herramienta diversos tipos de tortura. 

Mi abuela María Beatriz Martínez, hija de Juana y Mateo, militaba en el Partido Comunista del Uruguay, era dirigente sindical de la Industria Metalúrgica, madre de tres mujeres -Rossana, Mariella y Lucía-, compañera de Nelson Morales (también comunista) y abuela de cinco nietxs.  Fue presa en el año 1982 y le dieron salida en el año 1985. 

Para comenzar considero pertinente introducir algunas dimensiones teóricas que espero le den el sustento necesario al relato que las continúa.  Los profesionales que conforman “SE.R.SOC” (1994) definen a la violencia política ejercida en  ese período como la destrucción real y simbólica de todxs los presxs políticxs. Entonces ¿que es aquello que sostiene y sostuvo a la resiliencia?  Los espacios de contención y el compañerismo entre mujeres ex presas políticas era esencial, según relató mi abuela, tanto dentro como fuera de la cárcel. En este sentido Maurice Halbwachs (2004) sostiene que el recuerdo es una reconstrucción del pasado con ayuda de datos que proporciona el presente sobre épocas anteriores […] “No hay en la memoria vacío absoluto, es decir, regiones de nuestro pasado hasta tal punto fuera de nuestra memoria que toda imagen suya no pueda relacionarse con ningún recuerdo, y sea una imaginación pura y simple o una representación histórica exterior a nosotros” (Halbwachs, 2004). Es importante mencionar entonces a Alonso y Larrobla (2013), quienes sostienen que a partir de los testimonios recogidos, los relatos de las mujeres permiten acceder a otros aspectos de su vida donde el terrorismo de Estado habría llegado a afectar, tales como los afectos, la maternidad, entre otros.  

A continuación, entonces, algo que intenta ser un pequeño aporte a la construcción de la memoria como nieta de ex presa política:

No sabía que era aquello que generaba tanta tensión, habían conversaciones gastadas, suspiros y ceños fruncidos. Mi abuelo solía sonreír, mirar al suelo y decir “ta, ta.”, ahora creo que su papel implicó disipar, por lo menos frente a mi y según recuerdo (que en ese momento era la más chica), la tensión que generaban algunos temas. Pero fueron años de ello. Recuerdo no comprender o no prestar demasiada atención, ya que después de todo, qué podía comprender yo de conversaciones a medias y sobre entendidas. 
En aquellas reuniones, que se fueron haciendo cada vez menos frecuentes por la tensión, recuerdo a mi madre disgustada, un poco cansada y creo que muy en su interior, dolida.  Yo pensaba “¿qué pasa?” No entendía. 
Con los años me fueron explicando más en profundidad, también de la mano de información y conocimiento que me proporcionaba la materia de historia fui entendiendo y concluyendo, aunque ahora creo que la estupidez adolescente no me permitió tomarme en serio algunas cosas. Me arrepiento. 

Además, por ser pequeña y no tener poder de decisión sobre cuales lugares habitar, me llevaban a reuniones de “viejos” comunistas amigos de mi padre, y recuerdo escuchar con fascinación pero también sin poder entender demasiado, todo lo que habían pasado, criticando fuertemente algunas ideologías, las formas de habitarla y accionar con ella. Hablaban de traidores, de débiles ideológicos, de fascistas, de programas de partidos, de la URSS, entre muchas cosas más. 
Lo rescatable para mi en ese momento era la pasión y el rol que jugaba cada uno en esa reunión: uno era extremadamente duro e intransigente, el otro “destruía” con un tono de voz calmo y uniforme, con palabras muy dolorosas pero justas. El papel de mi padre en ese momento era disipar tensiones, aunque atento a la temática y con un carácter mas anecdótico. Una de las cosas que entendí luego es que con el pasado uno hace lo que puede. 

Volviendo a las reuniones de la familia materna, recuerdo a mi abuela ser muy dura, sincera y política. Recuerdo a mi madre y a una de mis tías decir que les faltó amor, que a causa de que ella fue presa, tuvieron que “hacerse solas”. La intención no era culpar ni increpar, sino poder entender mejor como se sentían, era justo.
Después también me fui a enterar, que el rol de mi madre en ese momento, además de cuidar a su hermana menor, era el de ir a la Cárcel de Punta de Rieles y transmitirle a mi abuela información que había escuchado en la radio. Es importante mencionar que mi madre estaba justo en la edad en que aún permitían el encuentro sin necesidad de una ventanilla que las separara, aunque sin poder demostrar emoción ni demasiado afecto, y por supuesto, ante semejante estrés y violencia en el aire, recuerda mostrarse angustiada frente a ella, lo cual generaba un porvenir de castigo y, que muchas veces, le prohibieran la posibilidad ser visitada. 

Era muy complejo, esto era lo que estaba en el aire en todas las reuniones. Nadie perdonó. 

Años después, en sexto de liceo, y para la materia de Historia fuimos de paseo al Museo de la Memoria. Al llegar, comencé a recorrer, a leer y observar con mis compañerxs lo que estaba en las paredes y dentro de algunas estructuras de vidrio. Recuerdo entrar a una habitación donde se podían ver artesanías que habían hecho las mujeres presas políticas mientras estuvieron dentro de la cárcel. No podría explicar lo que sentí cuando vi el nombre de mi abuela en muchas de ellas. Rápidamente me invadió una angustia específica, y que no volví a sentir hasta su muerte. Pero, de nuevo, “¿que pasa?”, en ese momento entendí, a través del abrazo tranquilizador de mi profesora, que tenía (y tengo) la historia atravesada en todo mi ser, por tanto en mi cuerpo, y que entonces, aparentemente, había aflorado recién allí. Pero, “¿por qué ahí y no antes? Frente a tantas discusiones y llantos en familia, vino a aflorar frente a un objeto”, que con el tiempo entendí que no solamente era eso; era resistencia, eran convicciones, eran ideas e ideología, eran modos de defender, de mantenerse cuerda, de resiliencia, simplemente, era. 
Recuerdo al instante llamar a mi madre, explicarle, y sentir su voz quebrada. Mas tarde, me habría contactado mi abuela, quien se esforzó por hacerme llegar una pequeña risa nostálgica y a modo tranquilizador me habría hecho un comentario despectivo de acuerdo a la ideología que, a su parecer, más representaba el Museo. Además de que tuvo razón, su intención fue cuidar mi sensibilidad. 

Después de allí, reconozco haber vivido y haberme casi obsesionado con el tema, empecé a nutrir mi vínculo de modo mas frecuente, iba a tomar mate y a preguntarle como lo había vivido, quienes eran los traidores, como la habían torturado, que hizo para sobrevivir, por qué se enojaba con el Frente Amplio y recuerdo consultarle si mis opiniones sobre algunas cosas eran certeras o eran un poco apresuradas y/o desinformadas. La abuela siempre me respetó, y como me dijo mi padre, nunca fue una abuela nona, fue una abuela política, que antes de verme como nieta me veía como una persona que tenía que saber la verdad y luchar por las causas justas. Para ella, yo tenía que saber como había sido el mundo en aquel período, con un afán de querer explicar su funcionamiento. Sembró en mi el desprecio al capitalismo y el amor fuerte y convencido.

En el último período de su vida me transformé en su compañera. 

En lo que respectaba a mi vida cotidiana, recuerdo participar inactivamente en mi casa de las discusiones más fuertes, que culminaban en olor a no superación, a no haber perdonado, y a dolor muy fuerte. El dolor, en las mujeres de mi familia, fue atravesado por decisiones y por convicciones casi sin poder dubitativo, es así como lo atraviesan hasta hoy, con carácter y con dureza, después de todo, tuvieron que armarse de valor para enfrentar muchas cosas. 
Así es como empecé a contemplar mi carácter, caracterizado por muchos como “fuerte, proveniente de la familia materna”, y yo sabía que todxs lxs que hacían alusión a ello  consideraban que eso no era algo bueno, ni pasible de ser admirado por su poder como herramienta. De esta forma nació mi preocupación por no generar algunas situaciones, es parte de ese afán que tenemos lxs hijxs de no querer repetir cosas de nuestrxs mayores (actualmente y ya hace un gran tiempo, en este transitar de (mi) historia, no hago otra cosa que admirarlas y debo decir, que con el tiempo, el parecerme a ellas es un halago). 

Entonces un día tomaba un café con una amiga en un bar, había muerto mi abuela y habían nacido en mí grandes análisis de mi vida vinculada a ella, cuando mi amiga me comenta lo “salado” que debe ser “ser mujer en mi familia”, sobre todo por su tinte matriarcal (y es que no mencioné, pero los varones de mi familia considero no han tenido un papel principal y este rol no fue autoadjudicado, sino que fueron las circunstancias moldeadas e impulsadas por ellas). 

Y me pregunté ¿que será ser mujer en mi familia?

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Bibliografía


Alonso, J, Larrobla, C (2013). Memorias femeninas en el Uruguay pos-dictadura. Aletheia, 5(9). Recuperado de: http://www.fhuce.edu.uy/images/Ciencias_Historicas/Historia_Americana/Publicaciones%20PAlvira/Memorias_femeninas_en_el_Uruguay_pos-dictadura.pdf

Carranza, J. [et.al], Represión y olvido: Efectos psicológicos y sociales de la violencia política dos décadas después, (1995). Montevideo: Roca Viva.

Halbwachs, M. (2004) Memoria colectiva y memoria histórica. Reis (69. ) Recuperado de http://ih-vm-cisreis.c.mad.interhost.com/REIS/PDF/REIS_069_12.pdf

Comentarios

  1. Hermoso artículo <3. Espero (y de mi parte será así) que ese carácter fuerte que proviene de familia materna pueda ser re-significado. Quizás pueda curar sus heridas y constituirse como un homenaje.

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