Dario Sztajnszrajber - Debate sobre el Aborto.
Extraída de https://latinta.com.ar/2017/04/dario-sztajnszrajber/ |
Cuando estudié filosofía
en la Facultad di con un libro de un pensador norteamericano, cercano
a la tradición liberal, llamado John Rawls, denominado “Justicia
como equidad. Política, no metafísica”. Siempre me resultó
intrigante la segunda parte del título. ¿Qué significa la
expresión “política, no metafísica”? ¿Y qué significa en
relación a la justicia de una sociedad? Significa que para ciertas
cuestiones que atañen a la vida social en común (y sobre todo a las
inequidades o desigualdades del orden social), no sirve discutir
posiciones metafísicas ya que nunca nos vamos a poder de acuerdo…
¿Qué es una posición
metafísica? Es una palabra que viene del griego y que quiere decir:
aquello que está más allá de la física, o sea de la naturaleza.
La metafísica es una concepción de las cosas que excede toda
posibilidad de comprobación última y que por ello termina siempre
autojustificándose a sí misma. Por eso, nunca podría haber acuerdo
entre posturas metafísicas. Por ejemplo, jamás podría haber
acuerdo entre un creyente y un ateo, en temas como la existencia de
Dios o la existencia del alma, o sobre el origen del universo.
Pero para peor, tampoco
va a haber acuerdo sobre los criterios que posibilitarían un
acuerdo: la discusión entre un ateo y un creyente no se dirime
sacándole una fotografía a Dios, o llevando a un médico a que
revise la espalda de los ángeles. Es clarísimo el ejemplo del
juicio de Galileo, cuando el cardenal Bellarmino lo interroga en el
juicio y le saca el telescopio con el que Galileo pretendía probar
sus teorías, y mirándolo a los ojos y con el telescopio en la mano,
le dice: usted me va a decir que hay más verdad en este pedazo de
lata que en la palabra de Dios…
¿Cómo ponernos de
acuerdos si ni siquiera hay acuerdo acerca de lo que es un acuerdo?
Hasta incluso me atrevo a
decir que hay ciertas posiciones científicas, o más bien
cientificistas, que también suponen, oculta, una metafísica: de
hecho, la misma experiencia empírica, esto es, lo que vemos con
nuestros ojos de modo inobjetable supone confiar (en la palabra
“confianza” está la palabra “fe”) en la transparencia de los
sentidos: ¿por qué admito en última instancia que lo que veo es lo
que veo y que los ojos acceden a la realidad tal como es?
Esta falta de acuerdo se
manifiesta en este debate con la polémica acerca del origen de la
vida: ¿cuándo comienza la vida?, ¿cuándo se trata de una persona?
¿Cuánto abraca la vida? ¿Hay vidas más importantes que otras?
Cada posición va construyendo una red de conceptos asociados y
siempre termina justificando lo que previamente quería demostrar. No
estamos hablando de otra cosa que de la posverdad.
Por eso, creo que el
debate sobre el origen de la vida es un debate que no vale la pena
dar, que no vale la pena priorizar frente a las urgencias que día a
día nos depara la existencia social del aborto. Creo que es mejor no
discutir metafísica para dirimir cuestiones públicas. Dejemos las
discusiones metafísicas (que están buenísimas) para nuestra
formación existencial, para la elección que hacemos de nuestra
forma de vida privada, para definir con quienes queremos forjar
amistades; pero para construir el orden social y convivir con la
diferencia del otro, hagamos política.
Saquemos a la verdad de
la cuestión pública, pongámosla entre paréntesis. En nombre de la
verdad se han cometido los más grandes exterminios de la historia.
No pueden convivir nunca la democracia y los absolutos. No pueden
convivir nunca la democracia y la verdad. Es que si hay una verdad y
alguien cree poseerla, entonces al otro se lo ningunea, se le quita
entidad (y automáticamente se lo convierte en un enemigo o en un
ignorante o en un asesino).
El aborto es una
cuestión política. Hablemos entonces de política…
Nuestra sociedad tiene
que hacerse cargo de las desigualdades sociales que condenan a
muchísimas mujeres en situación de desventaja social a la práctica
de abortos en condiciones infrahumanas. Cada mujer que se desangra
por falta de acceso exige que el Estado intervenga. Necesitamos
política, no metafísica.
Nuestra sociedad tiene
que hacerse cargo de acompañar el proceso de emancipación del
cuerpo de la mujer, históricamente sojuzgado, y naturalizada su
expropiación. La naturalización del cuerpo de la mujer como
receptáculo reproductor la ha condenado a la desapropiación de su
propia autonomía. Una mujer que no decide sobre su propio cuerpo es
una ciudadana de segunda. Política, no metafísica.
Nuestra sociedad tiene
que hacerse cargo de garantizar que cada cual pueda desarrollar en su
vida privada, la concepción metafísica que desee. Lo único que
debe resguardar la ley es que nadie imponga su propia concepción
como razón de Estado. Cualquier cosmovisión metafísica puede ser,
para quien la profese, muy beneficiosa en la formación del sentido
de las personas, pero se vuelve autoritaria cuando se pretende norma
universal. Si se promulgase esta ley de interrupción voluntaria del
embarazo, nadie te va a obligar a vos a que abortes: no sigas vos
obligando a muchísimas mujeres a no decidir por sí mismas.
Política, no metafísica.
El aborto es una
cuestión política. Hagámonos cargo.
Estas fueron las palabras vertidas en el Plenario de Comisiones de la Cámara de Diputados de Argentina el día 17/4/2018, que discute la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Agradecemos a Darío por pasarnos sus palabras.
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