En el nombre del Padre - Por: Carlos Rodriguez
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Hay
muchas cosas de las que tenemos que estar preocupados. Eso siempre
estuvo claro. Pero hay cuestiones que son prioritarias. Y es que
muchas cosas están en juego, como por ejemplo, la democracia. En el
mismo sentido, también encontramos la cuestión de la militancia y
la predilecta de las preocupaciones en estos tiempos, el futuro.Vamos
a ir por partes.
Debido
a circunstancias extrañas de la vida, recientemente se respira en
nuestro departamento algo de “movimiento”. Digo “circunstancias
extrañas de la vida” porque, a lo sumo un grupo reducido de
personas, saben realmente que es eso
que está en “movimiento”. Uso el entrecomillado para resaltar el
concepto y, posteriormente, diferenciarlo de otro tipo de movimiento,
como el popular, estudiantil, sindical, etc. Además, ya estamos
grandes como para nominar todo lo que nos parece abominable. Como si
tuviéramos la razón o, peor aún, la verdad, ¿no?
Las
grandes diferencias están a la vista. Solo en lugares donde las
relaciones sociales conservan algo de ese Uruguay caudillesco, pueden
darse este tipo de formas de “militancias”. Militancias que, de
alguna u otra manera, innovan en estrategias comunicacionales, pero
se movilizan en torno a un político local. Pretenden incluir a todo
el espectro joven bajo actividades “innovadoras”, pero sin que la
máquina electoral deje de funcionar. No obstante, ¿por qué
prestarle tanta atención y preocuparnos por este fenómeno? Veamos
las razones:
Ser
joven implica -innegablemente- romper con los esquemas establecidos.
Por supuesto, no estoy hablando de hacer la revolución. Es fácil y
se manifiesta en casi todo los aspectos de la vida. Debemos de
preocuparnos, en primer lugar, por las circunstancias en la que se
dan estos fenómenos de movilización militante. Hay que prestar
atención al motor que mueve esa maquinaria, la agenda que promueven
y si tal agenda es autónoma.
Si
hablamos del motor de la máquina, nos vamos a encontrar con más de
lo mismo. Una vieja y popular figura política de tipo caudillesca,
con amplias porciones de control -formal e informal- del aparato
institucional departamental y hábil manipulador de la opinión
pública. Alguien que sabe mandar dentro y fuera del partido. Tanto
así que, para adaptar a una vieja estructura partidaria a los
tiempos actuales, abre la cancha para delegar la elaboración de la
“agenda joven” a otro: “los jóvenes”. Sin entrar en
afirmaciones innecesarias: ¿estos jóvenes elaboran su propia
agenda?, o ¿cual es el grado de autonomía -si es que gozan- estos
grupos que compiten electoralmente entre sí? Claro está que no
quiero entrar en el juego de buscar juventudes autónomas en otros
partidos. Ese es otro tema que no tiene que ver con el propósito de
estas líneas.
Pero,
¿por qué son importantes todas estas dudas acerca de lo que
acontece en Durazno? Podríamos empezar por afirmar que sin juventud
no hay futuro. Por eso es necesaria una juventud crítica, despierta,
movilizada y creativa. En Durazno, como dije, solo encontramos olor a
movimiento, y ahí me quedo. Desde las instituciones departamentales
se promueve una juventud consumidora, pasiva y acrítica. Tanto es
así que el intendente actual hizo -y la sigue haciendo- su campaña
política evocando a muertos del pasado. Y con “muertos” me
refiero al famoso, manoseado y desvirtuado “Pilsen Rock”. Un
festival que, como muchos ya saben, fue bastante masivo y peculiar. Y
es que las circunstancias de ese entonces eran bastantes particulares
y diferentes a las actuales. Creo que a cualquier político que
tratase de conseguir el voto de una forma “honesta” por así
decir, no recurriría a este tipo de estrategias “sentimentales”
para captar el voto joven. Sería tomar a la juventud -lisa y
llanamente- como idiotas.
Ya
sean las nuevas formas de militancia que tienen su motor depositado
en un político particular, las estrategias de este para ganar el
voto joven y sumado al ya denunciado pobre debate político que tiene
lugar en nuestro departamento, son todos elementos que deben de
preocuparnos y ocuparnos.
En
un contexto en donde la creencia en las instituciones políticas está
por el suelo (Latinobarómetro2016), este tipo de cuestiones pueden
ser perjudiciales para la democracia. Sin entrar en el debate de qué
tipo de democracia queremos, el debate político pobre, mezquino y
atravesado por la moral cristiana, el trato de las instituciones
departamentales para con los jóvenes tomados como meros consumidores
de espectáculos banales, un político -y todos sus subordinados- que
recurren a estrategias manipuladoras para captar el voto joven,
movimientos políticos con escasa autonomía y la casi nula capacidad
crítica, son factores que siguen hipotecando a nuestro departamento
y que no se transforman de la noche a la mañana. No hay mejor forma
de combatir la ignorancia promovida desde arriba con la organización
desde abajo. Sigo dejando por fuera la solución mágica aparente de
estos tiempos: un cambio de gobierno. Podemos cambiar de gobierno, ya
sea nacional, departamental y/o municipal, pero sin la organización
real, autónoma y crítica con lo establecido y liberada de los
tentáculos oxidados de las viejas formas de organización política,
tendremos un futuro complicado.
Por:
Carlos Rodriguez
Edición:
Mariana Sosa
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